Una semana intensa, otro país, otro idioma y
un montón de alumnos deseosos de aprender.
La semana comenzaba llegando a nuestro destino
el domingo. Tras un entrañable recibimiento nos llevaron al hotel en el que
permaneceríamos alojados hasta el sábado siguiente. Nos encontrábamos en
Aquitania, al sur de Francia. Nos quedaba una semana por delante en la que el
único descanso sería el martes por la tarde. Sabíamos que iban a ser unos días
duros, pero no sabíamos las sorpresas que nos depararían estas jornadas de
Shaolin Kung Fu.
La expectación era máxima debido a varios
factores. Por un lado es una región con muy poca inmigración, puedo asegurar
que no me crucé en toda la semana con ninguna persona de origen Chino, a
excepción de la regenta de un restaurante en Dax al que nos llevaron a cenar y
que sorprendida por la presencia de un Maestro Shaolin nos atendió
esmeradamente y nos brindó una agradable conversación a lo largo de la velada. Otro factor fue el
hecho de que el Shaolin Kung Fu era prácticamente desconocido en esta zona,
donde si se ofertan artes marciales de origen Japones, si bien, el último día
se acercó un Maestro de Kung Fu de una localidad cercana para conocernos y
comentarnos la posibilidad de que unos alumnos suyos entrenasen con nosotros en
Madrid. Y otro de los factores fue que la semana anterior se habían estado
dando clases teóricas de Shaolin Kung Fu, explicando su esencia, el por que, el
origen, la historia, etc.
Todos estos factores, junto con una serie de
circunstancias demasiado largas de explicar en tan breve relato, hicieron que
nuestra llegada fuera realmente esperada y que según se sucedían los días , mas
y mas gente quisiera apuntarse a estos cursos.
Las jornadas comenzaron con un curso para lo
mas pequeños deseosos de practicar eso que unos días antes, también les habían
explicado en clase.
El Maestro Shi Miaozhi, y dos personas más nos
encontrábamos sobre el tatami con nuestros uniformes respectivos y podíamos oír
como el grupo de alumnos se acercaba por el pasillo mientras la profesora les
hacia callar, no hizo falta que insistiese en el silenció, la puerta se abrió
lentamente y comenzaron a pasar uno a uno. Me dio la sensación que entraban de
puntillas con la respiración contenida y lo ojos abiertos al máximo “redondos
como platos” con una mezcla de respeto y fascinación de ver que eso que habían
estudiado en clase se hacía tangible y real.
Está fue la primera imagen que se quedará
grabada por largo tiempo en mi retina. La mañana transcurrió con normalidad,
siguiendo las instrucciones del Maestro, acostumbrado por largo tiempo de como
dar clase a los mas pequeños, haciendo que aprendan y se diviertan. Al final
saludo tradicional y fotografías en las que todos querían salir.
Por la tarde un nuevo grupo de adolescentes,
no menos expectantes y atentos a las indicaciones del Shi Fu. La mitad de la
clase en un aula y la otra mitad en los jardines de la residencia debido al
excelente tiempo del que disfrutamos esa semana. Igualmente la tarde
transcurrió según lo esperado, demostrando el Shi Fu su maestría para adaptar
la enseñanza tanto a las edades de los estudiantes como al entorno en el que se
desarrolla, sacando el máximo partido de todos y cada uno de los estudiantes.
A la mañana siguiente, un nuevo grupo, pero
este muy especial por varios motivos. Era uno de los grupos que mas horas y
días iba a dedicar al aprendizaje del Shaolin Kung Fu y con el que íbamos a
tener mas vivencias y recuerdos.
El Miércoles por la mañana “Una sorpresa”,
había prevista una excursión a Hendaya para pasar el día en la playa, visitar
ciertos lugares de interés y por supuesto practica Kung Fu. Desde primeras
horas de la mañana nos encontrábamos sobre la arena de la playa con una
agradable temperatura que invitaba a estar en manga corta. Comenzamos
practicando Qi Gong, el entorno era inmejorable, creo que todos podíamos sentir
que había una atmósfera de lo mas propicia para dicha práctica. Algún que otro
curioso decidió quedarse a ver como transcurrían nuestros ejercicios y algunos
otros disparaban sus cámaras desde la lejanía.
Tras el Qi Gong, un descanso y comenzamos la
clase de Kung Fu. Al igual que con los ejercicios anteriores la sensación de
que todo propiciaba la buena practica de este arte marcial era constante, eso
sí, el calor empezaba a apretar y al finalizar de la clase creo que todos los
presentes estaban empapados en sudor.
Mientras regresábamos de la playa a nuestro
punto de partida, el Maestro Shi Miaozhi se encontraba preparando la clase que
íbamos a impartir al Club de Judo y atendiendo a la prensa que se acercó a
cubrir el evento.
Este grupo se encontraba mejor preparado
físicamente. Su predisposición para aprender era excelente y con la
colaboración del Maestro de Judo la clase transcurrió con un ambiente de esfuerzo
y dedicación, ante la atenta mirada de un nutrido grupo de espectadores, en la
mayoría familiares y amigos de los participantes.
Y llegamos al Jueves, nuevos grupos por la
mañana y mediodía con el mismo interés y concentración y caras de asombro que
había podido ver en los días anteriores.
Por la tarde nos reencontrábamos con el grupo
que mas tiempo dedicó a la práctica del Kung Fu. Llevaban dos días entrenando
un montón de horas, a parte de sus clases habituales y nos comentaban que
estaban con un gran cansancio y unas agujetas difícilmente soportables. Aun así
comenzamos la clase, pero el grupo no conseguía sacar fuerzas ni motivación
para seguir el ritmo requerido. Tras varios intentos, el Shi Fu Shi Miaozhi
decidió parar la clase, pensé que iba a dar por finalizada la sesión debido a
la poca predisposición del alumnado a practicar. Para mi sorpresa, el Maestro
pronunció apenas dos frases y dio a los participantes dos minutos para beber
agua y que pensaran lo que les había dicho. El efecto de esas dos frases sobre
los estudiantes fue fulgurante, en menos de dos minutos me vi saltando,
corriendo, estirando con un grupo enérgico, lleno de fuerza y vigor, entusiasta
y absolutamente entregado. ¿Como unas pocas y sencillas palabras podían haber
conseguido tal cambio? El grupo parecía totalmente nuevo y que no tuviese nada
que ver con el que hacía unos minutos no podía ni moverse por el cansancio y el
dolor muscular de las agujetas. ¿Que sucedió en la mente del alumnado? ¿Que
poder tuvieron esas sencillas palabras? Los profesores y monitores presente
estaban atónitos de ver tal cambio, mientras el Maestro permanecía tranquilo
dirigiendo la clase, como si supiese que sus palabras no podían haber tenido
otro efecto distinto del obtenido. Esta hecho me recordó que una mente, bien
dirigida, puede conseguir los logros que se proponga, no solo en el Kung Fu,
sino en cualquier ámbito de la vida. Y quizás este sea un factor más, por el
que los que practicamos Kung Fu desde hace tiempo seguimos incansables
dedicando tiempo y esfuerzo.
El viernes comenzó con normalidad, las clases
transcurrían con la tranquilidad esperada, si bien, era el día mas intenso de
todos, debido a que teníamos dos grupos por la mañana, a medio día celebraban
en uno de los centros una comida muy especial para agradecernos el esfuerzo de
la semana, a primera hora de la tarde íbamos ha hacer una exhibición con uno de
los grupos, seguidamente había una fiesta de despedida y por la noche nos
aguardaba un último curso con el club de Aikido.
El día transcurría según lo previsto, pero
llegada la hora de la exhibición comenzó a llover por lo que se decidió hacerla
en una de las aulas en lugar de en el jardín. No era el lugar mas idóneo, pero
había un grupo de entusiastas practicantes que estaba dispuesto a mostrar a sus
compañeros lo que habían aprendido esos días. El aula se quedaba pequeña para
los mas de 150 espectadores entre alumnos y profesores que se agolpaban en el
lugar. Muchos de ellos tuvieron que situarse pegados en las paredes del fondo
donde se habían amontonado los útiles de la clase para liberar espacio. La
exhibición comenzó y el grupo de noveles practicantes controló los nervios que
pudieran tener y realizaron una demostración impecable. Después un poco de
Taiji y finalmente el momento mas esperado, El Maestro Shi Miaozhi. Con el
semblante serio y claramente concentrado se situó en el centro de la sala, el
silencio era absoluto, podía oír la respiración de la gente que me rodeaba.
Nada más empezar el Maestro propinó tal patada contra el suelo que retumbaron
las paredes del recinto mientras el cristal de las ventanas vibraba con un
chirrido que parecía iban a romperse. Los espectadores retrocedieron y pegaron
sus cuerpos contra las paredes y las personas que se encontraban sentadas
igualmente echaron sus sillas hacía atrás y algunos subieron sus pies a las
mismas, como si este gesto les fuese a proteger de algún peligro inminente.
Volví a tener la sensación del primer día, creo que la gente contuvo la
respiración, sus ojos estaban absolutamente abiertos y parecía que muchos
intentaban tragar saliva sin conseguirlo, mientras el maestro completaba un Tao
Lu donde los golpes, barridos, bloqueos, etc. se sucedían a un ritmo
vertiginoso. Lo que en un primer momento me había parecido una mala noticia, que
era el traslado de la exhibición al interior debido a la lluvia, se había
convertido en algo realmente positivo, debido a que la cercanía de los
estudiantes al Maestro les hizo sentir plenamente el despliegue de fuerza y
energía que en todo momento exhalo la demostración llevada acabo.
El viernes por la noche concluimos las
jornadas con el curso al club de Aikido. También transcurrió con normalidad y a
pesar de las diferencias de edades y niveles, el Shi Fu Shi Miaozhi dirigió el
curso sacando el máximo partido de las facultades de todos los presentes que se
encontraban entusiasmados y entregados a la practica del Shaolin Kung Fu.
El sábado tocaba viaje de regreso. Antes de
partir ya empezaba a sentir añoranza de esta semana tan intensa y mientras duraba
el recorrido iba esbozando este pequeño relato, preguntándome como resumirlo en
unas lineas para que los lectores pudieran acercarse a las sensaciones y
vivencias que hemos tenido a lo largo de estas semana.
Son muchos los recuerdos y anécdotas vividas,
necesitaría un libro entero para describirlas. Me llamó especialmente la
atención como se nos acercaron diversos profesores para comentarnos como esa
semana los alumnos habían estado mas atentos y obedientes en las clases
ordinarias. Todos los que practicamos Shaolin Kung Fu, sabemos que no solo se
trabaja el cuerpo, sino, que aspectos mentales como la atención, concentración,
memoria etc. se fortalecen y desarrollan al amparo de la practica de este
milenario arte marcial.
Por último un fuerte agradecimiento a todo el
mundo que nos recibió con los brazos abiertos y se volcaron para que nuestra
estancia fuera lo mas agradable posible.
MAS INFORMACION EN http://www.shaolinkungfu.es
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